martes, febrero 06, 2007

Pesadilla















Era ella una pálida imagen,
que reía a carcajadas funestas y macabramente bellas,
era ella una dulce y mágica niña hermosa,
que danzaba con los angelitos infernales que la cuidaban.

Tan plástica, tan frondosamente bella cabellera,

de tan enigmáticos espirales infinitos risos divinos
y de mirada celestial, oh! ... que mirada celestial!
tan glamorosas estrellas resplandecian, instaladas en la bóveda del universo.

Su tez, ah! su rostro suave como la espuma del iracundo mar,
el miserable pordiosero con los ojos cerrados se hallaba recorriendo aquella perfección,
deseando a tientas, recorrer sus sinuosidades deleitosas,
soñando ávidocon sus carnes, acariciar cada abismo de aquel eterno sol.

Su cadenciosa marcha, su leve flotar iba toda bella,
desplazando a los mortecinos infrahumanos que la rodeaban,
rompía el paso con su halo de deidad, destronando y devastando,
a las repugnantes grises palomas, que celosasy temerosas, a su paso susurraban:


-bruja maligna, bruja asesina!, maldita seas entre todas las bellas!,
ojala y reines en el infiernoa la diestra de Angra Mainyu,
donde los demonios enanos sean tus infieles cortesanos
y las tinieblas del ocaso tu pañuelo de llantos.

Así, indolente y serena, majestuosamente nívea,
maravillosamente alba, engañabas al universo,
hacías de la mentira, verdad, y reías a carcajadas,
dejando entrever tus afilados colmillos,
aquellos que pronto ibas a usar...

El mendigo absorto por tal fastuosidad,
la veia pasar, ignorante, no sabia que su muerte por fin no tardaría en llegar,
pobre miserable, pobre diablo enloquecido, carroña de gusanos,
su tiempo en este tiempo comenzaba a principiar.

Muerte sublime en las garras y fauces de la deidad del miedo,
princesa de todo lo bello,
mágica y de imagen translucida ,
siniestramente agazapada, su boca era una dulce mandrágora.

.... Y yo que este paisaje contemplaba,
al igual como hacían las palomas, salvo por lo que susurraban,
solo entre las calles, y a cierta lejana distancia,
cobardemente...

… de la perfección hecha mujer, y de ese sutil y leve canto,... me arrancaba.